Mar… digo, viernes 13

Dos archivos para la actualización del día:

Para ser un día yeta no fue tan malo; salvo porque un loco con una máscara hizo desmadres con una motosierra en las oficinas administrativas. Y porque se acabó el café. Más que nada por lo del café.

Todo comenzó a eso de las 10 de la mañana, cuando fui a la alacena con la intención de prepararme un café y descubrí que no quedaba más. Le dije a Reynaldo que fuera a pedir un poco a los muchachos de contabilidad, a lo que respondió que él no podía aparecer por las oficinas de arriba por un tiempo y le subió el volúmen al tocadiscos antes de que pudiera preguntarle algo más.

Cuando bajé del ascensor en el segundo piso me pareció que todo estaba muy silencioso y extrañamente desierto. Como no había nadie fui directamente al gabinete que usan de alacena y tomé el frasco de instantáneo. Cuando me di vuelta, había aparecido a pocos pasos de mi un personaje enmascarado que puso en marcha una motosierra. Me corrió por casi todo el piso, a pesar de que le gritaba que iba a usar solamente un poco y lo iba a devolver enseguida.

Corrí escaleras arriba hasta el tercer piso, en donde encontré todas las puertas del pasillo cerradas. Desde la puerta del centro de redes me gritaron que no iban a abrir ni locos; cuando les dije quién era y que llevaba café me abrieron, me quitaron el frasco de las manos y volvieron a cerrarme la puerta en la cara. Escuchando el ruido de la motosierra al final del pasillo, corrí al ascensor y me zambullí en él.

Lo que siguió fue muy confuso. Cuando llegué a la planta baja fui sacado de un tirón del ascensor. No estoy seguro de si era personal policial o la misma seguridad de la empresa, pero —a juzgar por sus uniformes— sin duda era algún tipo de fuerza especial. A la orden de uno de ellos, me avalancé detrás del mostrador de la recepción al tiempo que comenzaron los disparos, y lo siguiente que recuerdo es que me estaban ayudando a ponerme de pie. Todo me daba vueltas y enseguida empecé a sentir las punzadas de dolor en la sien izquierda.

Mientras me revisaba quien parecía ser un médico, me dijeron que no me preocupara, que solamente tenía un golpe de cuando aterricé de cabeza en el piso. El cuerpo del enmascarado se encontraba inerte dentro del otro ascensor, con la motosierra tirada a su lado, cerca de su mano izquierda. Sólo me dejaron ir luego de repetir mi breve historia durante horas una y otra vez. Ninguna de las personas que me entrevistó tenía café.

Cuando regresé a la sala de archivos, Reynaldo estaba enfrascado en su imitación de Sandro sobre mi escritorio. Rosa, Rosa era el hit de turno.

—¿Y? ¿Conseguiste café?

—No —le respondí revisando el paquete de yerba—, mejor voy a tomar mate.

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